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La maternidad. Más

Hablar de la muerte no es fácil.
Ahora no quiero hablar de la muerte en general, ni de la pérdida de personas queridas a las que me he sentido tan vinculada.
Tampoco quiero retomar el episodio de la película.
Quiero hablar de mi misma, de cómo también tengo una nueva percepción de mi propia muerte.
De pronto, la certeza de ser madre me despierta un interés especial por mi perdurabilidad. ¿Cuánto tiempo voy a estar aquí? ¿Podré crecer junto a mi hija el tiempo necesario para acompañarla hacia su propia independencia? ¿Qué va a pasar cuando yo no esté?
¿Acaso ahora el tiempo es más valioso? No lo sé, es posible que estas sensaciones tengan que ver con mi edad, pero antes de sentirme mamá, nunca me había preguntado si llegaría a los 70.
Seguramente, responde a ese nueva manera de acomodar mi trayectoria, a esas nuevas responsabilidades que adquiero. Tal vez va unido al compromiso íntimo que he ido tejiendo en mi interior con mi hija. Tengo toda mi vida, para vivir ese compromiso.
¿Quiero vivir más? ¿sí? ¿no?...
¡Me lo pido!, como dice Nic cuando jugamos a “los imposibles” ,a pedir todas las cosas que vas viendo por ahí o que están en tu imaginación, tipo: un helicóptero, una nave espacial, una docena de caravanas, tres casas con piscina en el comedor, pista de patinaje y varios coches de carreras y…

No es fácil, no.

1 comentario

Xose -

Vuelvo a posarme en tu nido, mas recatado, si cabe, que la primera vez, aquella audacia me llenó de valentía y solté impúdicamente mi lengua artificial... Ahora, Pilar (y Pipo y Nic) me recojo mas en mi para decirte que la perdurabilidad de la que hablas tiene dos caras amables, como la luz y la sombra en la Tierra que nunca son para siempre, sino que se turnan complementandose; así el deseo de vivir màs no es otra cosa que el compromiso con la responsabilidad y las ganas de disfrutar a un tiempo, esa mezcla sabia que todos anhelamos entre el dar y el recibir, entre construir y sentir lo construido como propio; yo soy un destemido de la muerte por pura inconsciencia e irreflexión, por inercia de vivir, pero ya me has alcanzado dos veces con tu mirada inquisitiva sobre el final de nuestra(s) vida(s) y en este pasado fin de semana he comentado algo al hilo de tu argumento de hoy. Creo, Pilar, que en nuestas hijas ya está una parte de nuestra savia vital (el impulso, el deseo, el "hilo rojo", la necesidad, el amor, el afecto...) la parte positiva, lo dulce, todo aquello que cada uno de nosotros es capaz, silenciosamente, de enviarle y, por tanto ya multiplicamos nuestra vida y, al tiempo, la agotamos con el fin de darsela.
Son palabras para Julia... besos.