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Roma

Hoy me he incorporado de nuevo al trabajo.
No doy pie con bola, pero... qué le vamos a hacer...
He salido a comer sola.
He ido al patio del museo Marés, me relaja contemplar sus naranjos y escuchar la cantinela de la fuentecilla central.
Me he quedado ensimismada mirando el agua, y entonces te he visto sentada en un banco, a pocos metros de mí, una hermosa mujer en plena madurez, ¿cuarenta años, cuarenta y dos, quizás?. Desde el lugar privilegiado que ocupo en mi estado de enagenación, he podido inmiscuirme en tus pensamientos.

- Roma, decías, mientras ojeabas la psinopsis de la película que habías visto esa tarde. - Roma, así es mi madre.

¡Ah!, eso sí, tu padre y yo juntos. Un par de ciruelas pasas, arrugaditas, que aún habiendo pasado más de cuarenta años, se miran con deseo.

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