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La cima

Sí, ya estamos aquí, instalados en la espera. Un paso al que ansiábamos llegar cuando empezamos. ¡Nos parecía tan lejano en mayo del 2004!

Más cerca, sí…
Me siento como cuando caminas montaña arriba hacia una cima desconocida y, después de un largo trecho, llegas al punto más alto que alcanzabas a ver. Entonces, una vez allí tomas conciencia de que tu meta está aún muy lejos, más lejos de lo que pensabas. Y te da un bajón.

Sientes tu pulso acelerado, aún resuena tu respiración entrecortada, notas las mejillas al rojo vivo y los músculos tensos. Sueltas la mochila y te sientas intentando regular la respiración. Durante unos segundos tu mente se queda en blanco, miras al suelo y el cansancio te apresa.

Despues de unos minutos, al alzar la vista, no puedes evitar una sonrisa ¡Qué espectáculo! ¡cuánta belleza!¡cuánto cielo!, te levantas y miras el camino recorrido ¡Uf!
Tu compañero te ofrece la cantimplora, un trago te reconforta.
Empiezas a comentar las vicisitudes del camino, obstáculos salvados por primera vez, senderos recorridos de los que ni siquiera sospechabas su existencia. Cada uno reconoce en el otro su esfuerzo, ese caminar juntos respetando el ritmo ajeno, animando al otro, guiando y dejándose guiar.

Aún queda un buen tramo por recorrer pero el aire que respiras es un aire limpio, distinto y la luz que te envuelve despliega una gama de colores nuevos…y el deseo de llegar hace que la cima parezca más cercana y una mirada de complicidad te dice, no nos vamos a dar cuenta y estamos allí.

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