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La última ecografía

Mientras el doctor Sunyer repasaba mi expediente, decidí que no iba a decirle nada. Al fin y al cabo a un ginecólogo se le supone una sensibilidad especial para apreciar los síntomas propios de la maternidad.

Una vez finalizada la revisión rutinaria, tocaba el turno a la ecografía. Por un momento me sonreí y pensé si el ecógrafo sería lo suficientemente potente para captar tu latido.
La enfermera me acomodó, es un decir, en una de esas espantosas camillas preparadas para la ocasión, me cubrió púdicamente las piernas y me dejó a solas esperando al doctor.

Al mirar hacia el monitor del ecógrafo ¡sorpresa! apareció ante mí una bola del mundo que circulaba de esquina a esquina de la pantalla describiendo círculos sobre sí misma. Ahora se veía Europa y África y al segundo siguiente Rusia, China, India… un parpadeo sólo y ya estaba en América del norte y del sur.
Cuando entró el doctor, me encontró sonriendo... China, uno, dos, tres… China otra vez, y uno, dos, tres… vuelta a empezar.

¿Todo bien?, preguntó.

Claro, me gusta este chisme.

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