Hace un día hermoso, lleno de luz. Después del túnel de Montjuïc aparece el mar.
Del mar a China. Una vez más intento concentrarme en el círculo que dibuja el sol sobre el azul y me pregunto qué haces, dónde estás.
Es el último día de incertidumbre.
Aparcamos la moto casi sin hablarnos y al mirarnos nos reconocemos intranquilos, ansiosos, un poco asustados, controlando los nervios, al límite.
Llegamos al Palau de Mar puntuales, más que puntuales, con un cuarto de hora de antelación.
- ¿Entramos?
- ¡Claro!
No hay nadie conocido. Nos identificamos, nos dan unas tarjetas de visita para colgar en la solapa y pasamos el control de seguridad. Subimos a la primera planta y al entrar, vemos en un despachito a una pareja de amigos. ¡Se nos han adelantado! Nosotros tenemos la cita a las nueve menos cuarto, son las ocho y media y ellos ya están aquí
No nos da tiempo de más, enseguida nos atiende una mujer de mediana edad, bajita y amable.
Entramos en un despacho. En un catalán con marcado acento valenciano, nos invita a sentarnos.
Sobre la mesa un sobre blanco, grande, dentro un documento, alcanzo a ver que está en chino y en inglés.
- Bien, aquí está vuestra asignación.
Primero nos acerca una hoja, es la carta de aceptación. Comprobamos que nuestros nombres están bien escritos. Es muy importante, nos dice.
- Aquí tenéis el informe medico de vuestra hija y detrás en un sobre pequeño, las fotos.
Nos deja solos.
Apenas miramos el informe y buscamos con impaciencia el sobre con las fotos.
Ahí está, un sobre marrón, con una inscripción impresa en rojo, todo escrito en chino. No acertamos a abrirlo, sonreímos nerviosos.
Nos miramos un instante.
Estamos muy juntos, y no sabría decir quién saca la primera foto, la sostenemos los dos a la vez.
Y ahí estás tú